Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el martes 17/Sep/2013]
La ceremonia del 'grito' es excepcional. Pocos líderes mundiales se ven ondeando una bandera mientras echan vivas a una lista de héroes patrios.
En el siglo diecinueve, dos fechas se disputaban el honor de fungir como el Día de la Independencia mexicana: el 16 y el 27 de septiembre. Pues si bien es cierto que Miguel Hidalgo tiñó las campañas de Dolores una madrugada del 16, iniciando con ello la Guerra de Independencia; Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero entraron a la Ciudad de México un 27, once años después, consumándola.
Según la filiación política cada bando escogía una de las dos fechas. Los conservadores lo hacían el 27, ensalzando a Iturbide, quien fue proclamado Emperador poco después de reconocida la separación respecto España. Los liberales, por su parte, celebraban el 16 los actos solemnes para recordar a Hidalgo, Aldama, Allende, Morelos y Guerrero.
El 'grito', como tal, es una costumbre posterior. Fue en época revolucionaria que adoptó el formato que le conocemos. Se dice que Venustiano Carranza fue el primer mandatario en recitar los nombres de los insurgentes, mientras tocaba la campana con la que supuestamente Hidalgo llamara a la rebelión más de cien años antes. Hoy en día no podemos concebir una celebración patria sin el famoso 'grito'.
¿A qué viene este recuento? A destacar el hecho de que la noche del 15 cada alcalde, cada gobernador y el presidente de la República en turno se ponen delante de una muchedumbre que no se sabe cómo pueda reaccionar. Las buenas maneras no son norma obligada entre quienes acuden a la verbena popular...
Cuando un gobernante ve nutrida asistencia al acto y escucha fuertes vítores a los héroes nacionales, podrá decir que es bien aceptado por sus conciudadanos. Pero si escucha rechiflas al por mayor, sabrá claramente que no es a los personajes históricos a quienes desaprueban, sino a quien está frente al balcón.
El domingo en el Istmo, en el Estado y en el país hubo innumerables ceremonias. Cada presidente municipal tuvo oportunidad de saber el grado de aprobación que tiene entre los suyos, y desafortunadamente no fue muy bueno. Eso tal vez nos hable de que hay muchas tareas pendientes que una noche festiva no borran.
A celebrar con trabajo y constancia, que es la mejor manera de rendir tributo a quienes dieron sus vidas por hacer de Nueva España el país soberano que hoy llamamos México. Más trabajo y menos gritos, que en los callos está el patriotismo.