Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario en Julio/2013]
La historia guarda muchas ironías. Como el hecho de que un pueblo que se levantó en armas incontables veces para defender sus recursos naturales y su autonomía política, hoy viva presa de disputas vulgares por el poder y desconozca la extensión de sus bienes comunales. Así acontece en Juchitán, donde unos cuantos se alternan en la presidencia municipal y en donde pocas familias se benefician de la propiedad colectiva.
Que la mayoría de los juchitecos no sepa cuál es la extensión de sus tierras, es como si el dueño de una casa no estuviera al tanto de cuáles son los límites del inmueble. Quien no sepa lo que abarca su propiedad, difícilmente podrá argumentar su defensa. De este modo, si un anciano pierde la memoria, podrá ser despojado de manera sencilla por algún vecino doloso o, lo que es peor, por un nieto desvergonzado.
El común de Juchitán, es decir, todos sus habitantes, padecemos una lamentable amnesia colectiva. Hemos olvidado con el paso de los años cuál es la extensión de nuestro patrimonio comunitario y, por ende, cómo distribuirlo, cómo aprovecharlo colectivamente y cómo defenderlo.
Una de las ciudades zapotecas más importantes no tiene representantes de Bienes Comunales desde hace aproximadamente cuarenta años. No tiene, pues, quien vele jurídicamente por la propiedad de todos y encabece la defensa de sus 68,000 hectáreas que ciertos vivales pretenden acaparar.
Pero esta situación no es fortuita. Hay élites económicas y políticas que se han aprovechado del desconocimiento generalizado: unos, apropiándose ilegalmente de grandes terrenos, maquillando el despojo con documentos de compraventa amañados; y otros, encabezando grupos de colonos para “recuperar” la tierra que tampoco les pertenece exclusivamente.
Pero no hay mal que dure cien años, tal como afirma el refrán. Las contradicciones provocadas por las disputas a un nivel superior, están evidenciando lo que se mantenía en la memoria de los viejos: que el pueblo de Juchitán tiene derechos que no ha ejercido.
Sin embargo --nueva ironía de la historia-- esta defensa no es inocente. Quienes sabían acerca del tema, callaron durante más de tres décadas. Políticos coceístas y priístas siempre supieron cuál era la situación al respecto y guardaron un silencio cómplice.
Hoy que los proyectos eólicos son un tema central en la agenda pública, algunos personajes pretenden convertirse en salvaguardas de la propiedad colectiva del territorio zapoteca de Juchitán.
Tal vez esté comenzando una nueva etapa en la historia de los binnizá istmeños. Será importante que todos estemos atentos y, en la medida de lo posible, seamos partícipes para evitar que el tema termine siendo una más de las banderas traicionadas luego de conseguirse los fines políticos inmediatos.
Ojalá el pueblo adormecido se informe y que cada uno asuma la responsabilidad histórica que le corresponde.
Que la mayoría de los juchitecos no sepa cuál es la extensión de sus tierras, es como si el dueño de una casa no estuviera al tanto de cuáles son los límites del inmueble. Quien no sepa lo que abarca su propiedad, difícilmente podrá argumentar su defensa. De este modo, si un anciano pierde la memoria, podrá ser despojado de manera sencilla por algún vecino doloso o, lo que es peor, por un nieto desvergonzado.
El común de Juchitán, es decir, todos sus habitantes, padecemos una lamentable amnesia colectiva. Hemos olvidado con el paso de los años cuál es la extensión de nuestro patrimonio comunitario y, por ende, cómo distribuirlo, cómo aprovecharlo colectivamente y cómo defenderlo.
Una de las ciudades zapotecas más importantes no tiene representantes de Bienes Comunales desde hace aproximadamente cuarenta años. No tiene, pues, quien vele jurídicamente por la propiedad de todos y encabece la defensa de sus 68,000 hectáreas que ciertos vivales pretenden acaparar.
Pero esta situación no es fortuita. Hay élites económicas y políticas que se han aprovechado del desconocimiento generalizado: unos, apropiándose ilegalmente de grandes terrenos, maquillando el despojo con documentos de compraventa amañados; y otros, encabezando grupos de colonos para “recuperar” la tierra que tampoco les pertenece exclusivamente.
Pero no hay mal que dure cien años, tal como afirma el refrán. Las contradicciones provocadas por las disputas a un nivel superior, están evidenciando lo que se mantenía en la memoria de los viejos: que el pueblo de Juchitán tiene derechos que no ha ejercido.
Sin embargo --nueva ironía de la historia-- esta defensa no es inocente. Quienes sabían acerca del tema, callaron durante más de tres décadas. Políticos coceístas y priístas siempre supieron cuál era la situación al respecto y guardaron un silencio cómplice.
Hoy que los proyectos eólicos son un tema central en la agenda pública, algunos personajes pretenden convertirse en salvaguardas de la propiedad colectiva del territorio zapoteca de Juchitán.
Tal vez esté comenzando una nueva etapa en la historia de los binnizá istmeños. Será importante que todos estemos atentos y, en la medida de lo posible, seamos partícipes para evitar que el tema termine siendo una más de las banderas traicionadas luego de conseguirse los fines políticos inmediatos.
Ojalá el pueblo adormecido se informe y que cada uno asuma la responsabilidad histórica que le corresponde.