Dibujo de Mariana Flores Gonzsalez. |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el domingo 07/Jul/2013]
[Texto publicado en Enfoque Diario el domingo 07/Jul/2013]
He dicho en otros momentos que Ta Chintu Lexu era hombre viajero y que, por lo mismo, conoció incontables lugares. En cierta ocasión Ta Jacinto fue a dejar una carga de sal a la ciudad de Oaxaca, porque ustedes deben saber que la sal era muy apreciada anteriormente. Nuestro personaje amarró algunos costales a un par de mulas y emprendió la marcha con rumbo a Comitancillo para seguirse por Mixtequilla, doblar hacia el pueblo de Jalapa y adentrarse en la serranía con rumbo a las tierras que dieron origen a nuestra raza.
Llegó una semana previa a que se realizara una elección. Al hombre le pareció extraño que las personas se apasionaran sobremanera al momento de conversar acerca de temas políticos. Entonces se acercó a un modesto puesto de memelas, ubicado al costado de un bello templo católico de los que tanto abundan en la Verde Antequera. En zapoteco del Valle, variante dialectal que conocía muy bien, nuestro amigo preguntó: “¿Por qué tanto alboroto?, veo a las personas discutir fuertemente e ignoro la razón precisa”. La señora que lo atendía respondió: “Es que del resultado de esta elección depende nuestro futuro”. Ta Jacinto, como era natural, se sorprendió grandemente: “¡Cómo!, ¿quién es este hombre que será capaz de resolver todos los males de nuestra sociedad?”. Y en lugar de que la vendedora respondiera, un par de comensales comenzaron a alabar cada uno a su candidato.
“Fulano cambiará las cosas y una nueva era de felicidad comenzará”. “¡Mientes!, será Merengano quien ponga todo en su lugar”. A Ta Chintu Lexu le pareció más inaudito que se afirmara que cada aspirante al puesto en disputa resolvería los problemas mágicamente; y expresó: “Entonces de qué se preocupan, mis hermanos. Gane quien gane todo marchará mejor, pues, por como describen a estos políticos que desean su voto, son hombre providenciales”. Y una nueva discusión se inició; esta vez tratando de denostar al contrincante. “Fulano es un vil ladrón”. “Pues Merengano no se queda atrás, ya que no cuenta con la experiencia necesaria…” Sin dar crédito a lo que escuchaba, Ta Jacinto Orozco dijo por último: “Ahora me preocupa más la situación, pues quien los escuchara pensaría que cualquiera de los dos que triunfe, significará la perdición para este lugar; una calamidad. Comienzo a sospechar que esos políticos de los que me hablan, han sabido engañarlos lo suficiente, de tal manera que ustedes piensen que la solución a sus problemas dependen más de ellos que de ustedes mismos. Me queda claro de que al menos ellos son más hábiles que ustedes”. Ta Jacinto acabó su memela y se marchó, dejando a los hombres perplejos.