Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el jueves 06/Jun/2013]
Varios siglos tuvieron que pasar para que el derecho al voto fuera efectivo en la mayor parte del mundo. Si bien en nuestro país esta prerrogativa ha estado reconocida por las distintas constituciones que nos han regido, fue hasta hace muy poco que se hizo efectiva.
Nuestro sistema electoral no es perfecto, pero es uno de los más avanzados del mundo. La responsabilidad de los malos gobiernos no está en la institución que cuenta los sufragios, sino en los aspirantes a ocupar los principales cargos públicos.
El desencanto provocado por los malos representantes ha hecho que millones de personas se abstengan de participar en las jornadas comiciales. Lo anterior se ve reflejado en las estadísticas, que calculan la participación ciudadana en aproximadamente sesenta por ciento, o menos…
Que cuatro de cada diez personas, con credencial de elector, decidan quedarse en casa los días de la votación, no es la mejor manera de mostrar la inconformidad, pues la lectura que hace la clase política es la siguiente: ciudadanía apática. En muchas ocasiones, jóvenes y adultos que deciden conscientemente no participar en las elecciones locales se quedan formando parte de los números, mezclándose con quienes, efectivamente, se conducen con total indiferencia.
Votar no debe ser visto solamente como un derecho, sino como un deber. Acudiendo a las urnas podemos elegir al candidato de nuestra preferencia o manifestar nuestra inconformidad por el sistema político anulando el sufragio. ¿Se imaginan que un 20% de los votantes tachara toda la boleta, lo que implicaría nulidad? Sería un mensaje contundente.
Pero la opción no se encuentra solamente entre votar por uno de los aspirantes registrados o anular el voto, sino que la misma boleta nos presenta un recuadro blanco para escribir el nombre de alguien no registrado o, si así lo deseamos, escribir algún mensaje debajo de los recuadros, en los renglones destinados para ello.
Cada votante que en julio entrará en la mampara tendrá cuatro opciones: 1.- Votar por el candidato de su preferencia, 2.- votar por un abanderado no registrado, 3.- escribir alguna inconformidad, 4.- anular el voto. Cualquiera de ellas es mejor que quedarse en casa a ver cómo el círculo vicioso de la política sigue girando.