Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el martes 11/Jun/2013]
Cada vez es más común hablar o escuchar mencionar el término “sociedad civil”, dando a entender que existe una categoría de personas desmarcada de la vida partidista. Personalmente no soy dado a emplear ese concepto, como tampoco uso el de “candidaturas ciudadanas”.
La sociedad, a secas, es una y heterogénea. En ella hay políticos, comerciantes, amas de casa, niños, jóvenes, soldados, y otros sectores. Ciudadano es toda persona mayor de 18 años con sus derechos constitucionales plenos. Por tanto, un político es miembro de la sociedad, y es, asimismo, ciudadano.
Toda candidatura es ciudadana. Tal vez lo que queramos dar a entender es que el aspirante a determinado cargo público no pertenece o no milita en algún partido político y no está siendo postulado por ninguno de éstos. Y en ese caso la forma correcta de manifestarlo es diciendo: candidaturas independientes.
Es importante mencionar lo anterior, porque cada vez son más los candidatos que en aras de legitimarse ante un amplio sector del electorado dicen contar con el aval de la “sociedad civil”, es decir, de los ciudadanos apartidistas, reconociendo tácitamente que la clase política no cuenta con suficiente prestigio para ganar la contienda.
Lo paradójico es que mientras casi todos hablan de tomar en cuenta a los ciudadanos sin partido, se les excluye de las planillas.
Pareciera que en los municipios istmeños no hubiera personas íntegras, capaces de representar a sus vecinos en el Ayuntamiento. Los nombres gastados de los políticos de siempre se repiten cada tres años. Quien ayer se desempeñó como Síndico, hoy es Regidor de Obras Públicas; quien hoy es Secretario Municipal, mañana será Recaudador de Rentas, y así por el estilo.
Casi todos los candidatos quieren granjearse el apoyo de sus paisanos, mediante lemas reciclados. Pero recetan las mismas fórmulas que han demostrado ineficacia, pues mientras sean los hombres sin escrúpulos quienes se encuentren al frente de los cabildos, de poco servirá que los programas que presentaron en campaña estén relucientes.
Para colmo, en la actual contienda, hay personajes que se ganaron el repudio de sus paisanos, al gobernarlos mal, y todavía se presentan solicitando de nuevo el voto, prometiendo hacer exactamente lo mismo que prometieron hace varios ciclos y que, obviamente, no cumplieron.
¿Qué hacer, entonces? Necesitamos crear instituciones municipales que permitan que la ciudadanía apartidista se manifieste. Es mejor que las puertas de los ayuntamientos sean abiertas por las buenas, a que el hartazgo propicie un estallido social de funestas consecuencias.
Hasta ahora ningún candidato ha dicho que dará poder al pueblo. ¿Quién dice yo?