Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el miércoles 29/May/2013]
¿Para qué sirven las elecciones? ¿Qué caso tiene ir a la casilla correspondiente a emitir el voto? Durante muchos años la ciudadanía ha visto defraudada sus esperanzas.
Cada trienio es lo mismo: publicidad desmedida, juramentos de cambio y promesas de que éste sí es “el bueno”. Lo cierto es que el cinismo que caracteriza a los políticos va impregnándose en la ciudadanía.
Las personas comunes esperan pacientemente quién ofrezca más. Pero no piensan en los programas de gobierno ni en las mejores propuestas (de cualquier manera no tienen confianza en quienes las hacen), sino en algo más tangible: dinero en efectivo, despensas, láminas de asbesto, costales de cemento y cosas por el estilo.
Miles de personas ven los procesos electorales como fugaces momentos en los cuales recuperar algo de lo mucho que se llevan los políticos cuando están en los puestos de elección popular. Así de simple.
Lo anterior agranda el círculo vicioso que fortalece a los cínicos y debilita a la sociedad apartidista. Cada vez más personas creen que la política no es útil, sino un mero ejercicio carente de sentido positivo. Los comicios dejan de ser la mejor manera de hacer a un lado a los malos gobernantes. Se vuelven simples carnavales donde se imprimen, por decenas de miles, los rostros de los personajes que aspiran a recibir la confianza de los electores.
La ciudadanía está atada de manos. Nos guste o no, por ahora la única manera de llegar a los centros de poder local es mediante los partidos políticos. Eso constituye una terrible paradoja, pues una persona bien nacida, difícilmente querrá formar parte de los grupúsculos que mercan con las necesidades de las personas.
Por ello, cuando una familia obtiene un tinaco, algunas playeras, cuadernos o bolígrafos, siente que “ganó” algo, independientemente de quién se alce con la victoria en las elecciones. Por eso, cada vez menos gente se anima a caminar algunas cuadras para marcar la papeleta correspondiente.
¿Quién gana y quién pierde en los comicios? Ganan los políticos de oficio, pues siempre tendrán oportunidad de intentarlo de nuevo con mejor suerte. Pierden ―siempre pierden― los pueblos, pues sea cual sea el resultado, tendrán como gobernantes a personas de dudosa honorabilidad.
Por ello es importante alzar la voz. Es de suma trascendencia hacerse escuchar, para que los funcionarios sepan lo que esperamos de ellos, y para que nuestros vecinos sepan que no están solos en esta exigencia comunitaria.