Nuevos tiempos demandan nuevas maneras de proveernos de información. Nuevos tiempos requieren nuevos compromisos y nuevas estrategias publicitarias. Demandan, además, una relación más cordial con los ciudadanos, que de meros espectadores pasaron a ser actores de la vida política.
Anteriormente bastaba con encender el televisor para aproximarnos a lo que acontecía al otro lado del país y del mundo. Los noticiarios, como principal medio informativo, eran rápidos, pero no forzosamente veraces. Existía un trabajo de edición, que obedecía a los intereses de ciertos grupos de poder. Si no convenía que se supiera una noticia, simplemente no se daba a conocer. Y así fue como grandes acontecimientos quedaron silenciados, fuera de las conciencias de las masas; o cuando mucho, llegaron a presentarse como meros rumores.
Pero hoy, con medios alternativos como el internet o los mensajes de texto en el celular, las noticias vuelan desde el lugar donde suceden hasta las pantallas de millones de personas. El mecanismo “regulador” que tiene toda televisora se vuelve obsoleto. Ahora las noticias no únicamente las brinda la prensa, sino cualquier persona desde un pequeño aparato de comunicación.
En nuestro país existen más de cuarenta millones de teléfonos celulares; cada uno de los cuales es un potencial emisor de noticias. Hay similar número de personas conectadas a internet (de manera directa o indirecta) y cada computadora se convierte en una cabina receptora, transmisora o generadora de información. Los grandes medios están perdiendo el monopolio informativo, lo que está en relación directa a su pérdida de credibilidad, pues si una persona ve en Facebook o Twitter algo que no vio en Tv, exclama “¡Censura! Manipulación de la información”.
Lo anterior se hizo más que evidente en la visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana, en que después de su participación en el auditorio, fue increpado por alumnos cuando salía del mismo. “¡Asesino!”, “¡Atenco no se olvida”, “¡Ignorante!”, y el clásico “¡Fuera!, ¡fuera!” le gritaban cuando se dirigía hacia el convoy de vehículos que lo esperaba a la salida. El hecho contrastó enormemente con la anterior visita de Andrés Manuel López Obrador, candidato de las izquierdas, quien fue recibido con un “¡Presidente!, ¡Presidente!”. Los videos del suceso (grabados por alumnos con sus teléfonos) causaron sensación en las redes sociales, no así en los principales medios informativos, que sencillamente ignoraron la nota.
Pasó un día, luego otro, y en lugar de reseñar debidamente el acontecimiento, las principales televisoras de nuestro país dieron voz a los altos funcionarios del tricolor, quienes llamaron ‘porros’ y ‘acarreados’ a los alumnos que protestaban. Y entonces sucedió lo impensable... 131 estudiantes de dicha universidad grabaron un sencillo video donde, con credencial en mano, desmintieron al líder del PRI, Pedro Joaquín Coldwell.
Esto propició el surgimiento de un movimiento nacional, encabezado por los jóvenes universitarios, que exige la democratización de los medios informativos, pues los ciudadanos merecen recibir información no tendenciosa. El movimiento ‘Yo soy 132’ se dice apartidista, y ha venido a dar esperanzas a quienes pensaban que la juventud no quería salir de su aparente apatía. Ahora se han sumado artistas y personajes del ámbito de la cultura. ¿Adónde conducirá todo esto? Con que logre parte de su cometido (cosa que vimos en la entrevista a Peña Nieto en el programa ‘Tercer grado’ y la misma cobertura al movimiento) habrá valido el esfuerzo. ¡Bien por los jóvenes!
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Texto publicado en NOTICIAS, Voz e Imagen de Oaxaca el miércoles 30/May/2012.