Muy preocupados se encuentran los altos funcionarios que monitorean la primera Consulta indígena mexicana, según criterios del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Y es que, por mucho que pretendan dar una impresión de confianza, temen que los actores políticos y sociales de Juchitán se enreden en una confrontación que termine en un rechazo colectivo.
Dicen que los extremos se juntan. Es curioso ver cómo ese dicho aplica a la perfección al caso zapoteca, debido a que los principales opositores y promotores del parque de generación de energía eléctrica de la empresa Eólica del Sur hacen la misma afirmación: que todo es una pantomima, que el resultado está arreglado, que el ejercicio que se viene realizando es un mero trámite. Sin embargo, esos actores son los principales descalificadores de la Consulta, quizás anticipándose a una derrota de sus respectivas posiciones.
No obstante, es importante resaltar que pese a lo anterior, ningún otro ejercicio ha reunido en un mismo espacio a grupos tan heterogéneos, porque a las sesiones acuden desde los políticos tradicionales del PRI y de la COCEI, hasta los grupos antieólicos y las asociaciones civiles y agrupaciones culturales, sin dejar de mencionar a los representantes de las tradicionales Velas y otras entidades representativas de la comunidad.
Pero ¿qué hay detrás de la Consulta? ¿A qué se debe la aparente importancia que bridan los observadores externos? A que su resultado sentará un precedente tanto en la región istmeña como en la República Mexicana. Todos parecen estar consientes de la trascendencia de la Consulta juchiteca, menos los mismos juchitecos, quienes entre la apatía y la desinformación prefieren no participar. Pero quiérase o no, tendrá que buscarse el mecanismo que legitime el ejercicio. Es decir, se tendrá que lograr que la mayoría de la sociedad juchiteca sea preguntada si está de acuerdo o no en que Eólica del Sur instale sus aerogeneradores en los terrenos ancestrales de los binnizá. De otra manera se correrá el riesgo de que todo el proceso sea cuestionado o invalidado, pues ¿qué legitimidad tendría una Consulta en la que fuera consultada menos del uno por ciento de la población?
Varios actores han propuesto el plebiscito (con urnas y voto secreto) como el modo ideal para conseguir que una ciudad de cien mil habitantes pueda hacerse escuchar. La sociedad juchiteca requiere una forma que supere el asambleísmo llano, imposible de realizar en las actuales condiciones (¿se imaginan una asamblea donde fueran convocados 80 mil juchitecos?).
Los binnizá han sabido adaptarse a lo largo de muchas generaciones. Son un pueblo sui géneris. Si las entidades convocantes desean que este proceso sea lícito, deberán echar mano de nuevas estrategias. De otro modo, pocos quedarán conformes y el remedio saldrá peor que la enfermedad...
Los binnizá han sabido adaptarse a lo largo de muchas generaciones. Son un pueblo sui géneris. Si las entidades convocantes desean que este proceso sea lícito, deberán echar mano de nuevas estrategias. De otro modo, pocos quedarán conformes y el remedio saldrá peor que la enfermedad...