Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el domingo 9/Feb/2014]
Los zapotecas poseemos una magnífica cultura. Nuestra gastronomía, la música, nuestras danzas, el idioma y demás elementos característicos dan fe de ello. Uno de los aspectos en que nuestros antepasados sobresalieron grandemente fue la arquitectura.
Hace tres mil años ingeniosos arquitectos idearon los primeros edificios públicos de nuestra estirpe y construyeron la primera de nuestras ciudades en el Valle de Oaxaca, en lo que hoy conocemos como San José Mogote. Un milenio después, mientras Jesucristo predicaba el Evangelio en Tierra Santa, los binnigula’sa’ nivelaron una montaña y levantaron la ciudad que sigue asombrando a propios y extraños: Monte Albán (Dani beedxe’-Cerro del jaguar).
Existió un estilo arquitectónico autóctono, del que tenemos majestuoso ejemplo en el Istmo de Tehuantepec: Guiengola, una ciudadela a más de 400 metros sobre el nivel del mar, con tumbas, juego de pelota, templos y palacios, desde donde se mira la planicie costera.
Cuentan que así como en la actualidad se cursan carreras universitarias, anteriormente también se estudiaba, ya que los cálculos que un antiguo arquitecto tenía que realizar eran muchos, pues construir no sólo implicaba medidas de largo, ancho, altura o proporciones; también involucraba cómputos astronómicos, por lo que debía saberse del movimiento preciso de las estrellas y de otros asuntos hoy no tan conocidos.
Si en este tiempo alguien pretende erigir una casa, basta con que se reúnan los materiales precisos y se consideren ciertos factores, como el viento, la calidad del suelo, o las inundaciones que periódicamente nos afectan. Pero hace cientos de años, los sabios zapotecas daban mayor importancia al momento en que se construía la edificación y a principios celestes. Un templo, por ejemplo, debía estar armoniosamente relacionado con las constelaciones…
Lo anterior puede ratificarlo cualquier investigador. Pero lo siguiente pueden entenderlo principalmente los niños, pues ellos tienen la mentalidad más abierta, no sujeta a la severidad propia de los adultos:
Después de levantada una edificación ―aquí viene lo increíble― se asignaba a ésta un guardián. Dicho guardián era un guenda o nahual. Los arquitectos zaes de la antigüedad tenían la facultad de adoptar la forma de un ser para cuidar sus construcciones. Por ello, en cada edificio de mampostería se lograban ver algunas salamanquesas, conocidas como bilopayoo, o gupayoo. Éstos tenían la función de recorrer palmo a palmo las paredes para observar y corregir algún desperfecto. Durante los terremotos se dedicaban a revisar las cuarteaduras y a repararlas, por lo que no se les veía por días enteros.
Era durante el sueño, que un conocedor del arte de la construcción adoptaba la personalidad del bilopayoo. Y en una sola noche podía habitar el cuerpo de cuatro o cinco de estos animalitos.
Todavía se miran estos pequeños reptiles. En muchos hogares zapotecas se escabullen por los muros, tentando y examinando cada escollo del inmueble. Por tanto, si su hogar está habitado por algún un bilopayoo, no le haga daño, que tal vez sea el alma de un antiguo arquitecto zapoteca, o el guenda de un albañil o constructor de nuestro tiempo…