San Mateo y Santa María del Mar, pueblos hermanos. |
Por Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el martes 8/Ene/2013]
Recientemente el Gobernador del Estado, Gabino Cué Monteagudo, declaró que son 33 los conflictos de alta complejidad en Oaxaca. Con la mejor buena fe del mundo, atestiguó la firma de cuatro convenios sobre linderos, lo que me hizo recordar que en la región del Istmo existe uno de los conflictos más largos en México, con aproximadamente 400 años, según documentos del Archivo General de la Nación (AGN).
Uno de los grupos étnicos más marginados del sureste mexicano es el huave. Los ikoots ―como se autodenominan― se enfrentaron a numerosos conflictos bélicos desde antes de la llegada de los españoles a nuestro Continente. Paulatinamente perdieron tierras, recursos naturales y preponderancia política en la llanura del Istmo de la que alguna vez fueron señores.
Los ikoots, no obstante, mantuvieron una cohesión interna que les permitió sobrevivir, no sólo al arribo de los zapotecas a Tehuantepec, sino a la misma conquista castellana. Durante los tres siglos de la Colonia, los pueblos huaves ―conocidos también como mareños, por su cercanía a las playas del mar muerto― sortearon cada una de las dificultades, perviviendo con su identidad hasta el día de hoy.
Sin embargo, esta voluntad colectiva por subsistir ha ido desapareciendo poco a poco; y desde hace varias décadas supimos de los enfrentamientos suscitados entre ikoots de San Mateo del Mar, con otros de Santa María. Dichas pugnas renacieron hace algunos años debido al proyecto eólico regional, por la importancia que adquirieron las tierras comunales,
A diferencia de los conflictos de San Francisco del Mar contra los zapotecas de Ixhuatán, esta vez la violencia armada, los heridos de bala, los impedimentos para transitar en los caminos antes tranquilos, se viven principalmente entre los mismos huaves. Son ikoots quienes están lastimándose, los que se están dividiendo, y los que, a final de cuentas, están siendo derrotados; pues en un conflicto entre hermanos, generalmente nadie gana.
Ambas partes indicarán que tienen la razón. Por ahora ninguna de las poblaciones enfrentadas muestra voluntad por ceder una parte de los derechos que considera legítimos para que este foco rojo se resuelva. Mientras tanto cabe preguntarse: ¿quiénes se benefician con este conflicto? ¿A quiénes conviene que haya enfrentamientos que dejen muertos y heridos entre los ikoots?
Antes de asumir una postura intransigente es importante meditar sobre las cuestiones antedichas. Pues cuando nos dejamos arrastrar por la pasión momentánea, olvidando que la zona vive inmersa en un contexto político y económico complejo, únicamente dejamos que otros se beneficien.
Algunos puntos a considerar del presente conflicto, que se está tornando grave, es que San Mateo del Mar es un municipio, mientras que Santa María del Mar es sólo una agencia municipal de Juchitán. Santa María, además, ha hecho causa común con el poblado zapoteca de Huilotepec, lo que agudiza el encono, pues por esta razón son tildados de “traidores”.
No se ve una solución pronta a este altercado. Antes bien, tal parece que conforme transcurran los meses el asunto irá agravándose. Sin embargo, no está de más pedir a las partes moderación para tratar de encontrar una salida por muy difícil que parezca. Ayer el pleito se originó por un paraje, hoy por cierta cantidad de ganado, y mañana, por cualquier otro pretexto.
Es preciso que la noble etnia ikoots intente por todos los medios dirimir sus diferencias y unirse. Si de verdad quieren salir airosos, los huaves deben encontrar los mecanismos para resolver sus disputas sin mediación de entes ajenos. De otro modo, su divisionismo podría favorecer su propia perdición…