Gubidxa Guerrero
Ayer domingo hubo elecciones generales en la República Bolivariana de Venezuela. Para cuando usted lea esta columna será de dominio público el resultado: habrá ganado el actual mandatario Hugo Chávez Frías o el candidato opositor Henrique Capriles Radonski. Más allá de que todo proceso comicial es importante, y más tratándose de un país latinoamericano, lo que sucede en Venezuela lo es doblemente por el papel estratégico que desempeña.
La política en el mundo se construye a base de finos hilos de diplomacia, donde las guerras e invasiones son apenas los manotazos que alguna potencia da para inclinar la balanza a su favor. Pero una invasión no significa necesariamente la victoria, tal como hoy constatan los estadounidenses que ven derrumbarse sus sueños de someter Irak y Afganistán en aras de poseer sus cuantiosos recursos energéticos.
Que América Latina es el 'patio trasero' de Estados Unidos es una verdad a medias. Efectivamente los países al sur del Río Bravo mantienen un comercio monumental con la potencia del norte y reciben una cantidad significativa de recursos como “ayuda” contra la pobreza, el terrorismo y el narcotráfico. Pero hoy por hoy, algunos países sudamericanos tienen agendas propias. Tal ha sido el caso de Venezuela, que desde 1998 decidió girar su política exterior para volverla a sus hermanos del continente.
Desde que Hugo Chávez llegó al poder decidió adoptar una política nacionalista de cara a Estados Unidos, pero integracionista de frente a los países del llamado Tercer Mundo. Para ello se valió de las reservas petroleras del país, pues con ellas se apoyó para implementar una política social amplia, así como la solidaridad internacional con naciones como Cuba y Haití.
Pero la actitud chavista no estuvo exenta de una retórica antimperialista, que valió que el presidente venezolano fuera dibujado como un dictador caribeño por los grandes medios informativos. No obstante, los índices económicos de Venezuela fueron bastante buenos, según reconocieron las instancias internacionales en la materia.
Catorce años en el poder no es poco tiempo. Aunque sus simpatizantes afirmen tener la victoria en el bolsillo, el Comandante Hugo Chávez está consciente de que estas elecciones podrían significarle el principio del fin. Henrique Capriles ha realizado una innovadora campaña apropiándose de los lemas del mandatario.
Quien viera la publicidad del abanderado opositor pensaría que es un férreo simpatizante del régimen, pues habla de igualdad, de justicia social, de Dios y de izquierdismo… El punto está en que Capriles sabe que sólo podrá derrotar a Chávez si consigue que un sector de sus partidarios vote a favor suyo, cosa que logrará únicamente si se presenta como continuador de las políticas públicas a favor de los más humildes.
Hoy lunes el mundo sabrá quién obtuvo la victoria. Si Chávez resulta vencedor, festejarán los pobres del continente, así como los cubanos, rusos e iraníes. En caso de que pierda, los altos funcionarios de Estados Unidos esbozarán una sonrisa. Lo bueno de todo es que, victoria o derrota, el resultado será consecuencia de una elección democrática. ¡Bien por Venezuela!
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Texto publicado en Enfoque Diario el lunes 08/Oct/2012.