Gubidxa Guerrero
Cuanto más pasa el tiempo, más crece la alarma por lo que acontece en Japón, y más aumenta la angustia por quienes habitamos este planeta. Y aunque la guerra de Libia, Barack Obama en Brasil, las disputas en el PRD, y la renuncia del Embajador Pascual, sean temas destacados, el más trascendental me parece el del país del sol naciente, donde el número de muertos ya sobrepasa los ocho mil, y con todo y eso, sigue siendo considerablemente menor a que si el terremoto y posterior tsunami hubieran sucedido en otra parte.
Las pérdidas son multimillonarias. Pero ahora el temor no lo provocan las imágenes del maremoto, de las aguas atravesando ciudades enteras; sino el peligro latente de la radiación que podría afectar a un gran sector de la población.
Japón es una de las economías más prósperas del mundo. Hasta hace poco era superada sólo por Estados Unidos. Su producción se basa en la disciplina de sus habitantes y en el alto sentido del honor nacional. Cuando hablamos de adelantos tecnológicos, forzosamente pensamos en país nipón. Toda esta prosperidad tiene como pilar fundamental el aprovechamiento de la energía nuclear. Se cuentan más de medio centenar de plantas nucleares en las grandes islas que conforman esta nación. Y a pesar del sumo cuidado que ponen los japoneses a todo cuanto hacen, no pudieron prever el terremoto que los sacudió, provocando que las plantas se quedaran sin la electricidad que mantenía funcionando sus sistemas de enfriamiento.
El continente asiático, y gran parte del mundo está en vilo. La preocupación alcanza a todos. Aunque miles de kilómetros la separan de Japón, en la costa oriental de Estados Unidos se agotaron las pastillas de yodo, la herramienta más utilizada para prevenir las secuelas de la radicación, como el cáncer de tiroides. He aquí un buen ejemplo.
La angustia aumenta. Pero también la esperanza y la virtud; pues esta tragedia ha permitido que atestigüemos el espíritu de sacrificio que impulsa a los japoneses. Desde la semana pasada trascendió cómo decenas de científicos y de obreros altamente calificados, acudieron voluntariamente al lugar de los hechos para prestar sus servicios, sabiendo que difícilmente saldrían de ahí sin secuelas graves que los terminarían llevando a la muerte. Estos nipones dan un ejemplo al mundo.
Y aunque el planeta se debata entre muchos conflictos, no olvidemos que en donde verdaderamente se está definiendo el futuro de la humanidad es en Japón. Pues si el resultado es negativo; el uso que se le ha dado a la energía nuclear podría aminorar, y con ello, los hidrocarburos alcanzarían precios elevadísimos, lo que generaría todavía más guerras…
Este es apenas un aviso que la Naturaleza da al mundo. No la sigamos provocando.
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Texto publicado en Enfoque Diario el martes 22/Mar/2011.