¿Listos para perder?

Gubidxa Guerrero

Cierto documentalista que llegó de Francia se encuentra realizando un trabajo audiovisual acerca del proceso electoral que hoy envuelve a nuestro país. Pidió hacerme unas preguntas, a lo que con mucho gusto accedí.

Los tópicos por los que transitamos son a todas luces evidentes: el movimiento #Yosoy132, los medios informativos, el papel del Instituto Federal Electoral (IFE), las encuestas, los partidos políticos, jóvenes y democracia, entre otros.

Pero hubo un cuestionamiento que me pareció sobresaliente por todo lo que ello implica: “¿qué sucedería si en los comicios se comete fraude?” Responder sin una reflexión previa implicaría reconocer la posibilidad de que nuestras instituciones en la materia, estén todavía muy inmaduras.

‘Fraude’, ¿según quién? Porque una palabra tan delicada no puede ser dicha a la ligera. Ningún fraude debe ser tolerado; ni los fraudes bancarios, los televisivos, o los de apuestas, pues el ‘fraude’ como tal, es toda “acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete”; esto, según la Real Academia de la Lengua Española.

Un ‘fraude electoral’ sería algo contrario a la verdad y a la rectitud, que estaría violando los preceptos legales concernientes. Pero, repito, ¿quién podría aseverarlo? En incontables países del mundo, los engaños son evidentes. En México mismo, han existido procesos bastante cuestionados, como el de 1988 (en que Carlos Salinas de Gortari salió airoso) y el de 2006 (en que la diferencia fue de menos de un punto porcentual).

Pero si la noche de la elección alguien saliera a descalificar los resultados, ¿estaríamos dispuestos a concederle crédito? Imaginemos que un Gabriel Quadri expresara: “la elección fue fraudulenta y por eso perdí”. ¿Alguien le creería? Es obvio que ninguno. Pero, ¿y si en lugar de Quadri lo hiciera el candidato de las izquierdas Andrés Manuel López Obrador? A diferencia de aquél, éste cuenta con millones de simpatizantes que gustosos aceptarían la versión de un masivo engaño.

Por ello es importante que la elección sea equitativa, que se detenga la campaña de descalificaciones a uno u otro candidato, que el IFE utilice sus facultades para frenar el desprestigio y enlodamiento mutuo. Para que ninguno pueda decir que perdió ‘a la mala’, para que, pese a que el candidato de nuestra predilección no gane, todos sepamos reconocer los resultados. En eso consiste el ejercicio democrático.

¿Los abanderados están listos para perder? Situación paradójica: el único partido que lo ha demostrado históricamente es el Revolucionario Institucional (PRI), que entregó la Presidencia en el año 2000; cosa que no quiso hacer Vicente Fox en 2006, entrometiéndose descaradamente en el proceso; ni lo hizo el PRD ese mismo año al desconocer los resultados.

Cuando se me preguntó por la posibilidad de fraude, respondí más o menos así: “ojalá que el candidato triunfador --del partido que sea-- gane por margen suficiente, para que no quepa duda de la legitimidad de su victoria. Si la contienda se cierra, todo puede suceder…


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Texto publicado en NOTICIAS, Voz e Imagen de Oaxaca el jueves 14/Jun/2012.