Gubidxa Guerrero
El mundo supo primero de la explosión con coche-bomba en Oslo, Noruega. De inmediato se pensó en un atentado terrorista perpetrado por fanáticos musulmanes. Hubo hasta declaraciones al respecto. Aunque al principio la cifra de muertos se creyó de seis o siete, posteriormente se divulgó la tragedia en su verdadera dimensión: el coche-bomba no fue lo peor, sino una matanza de jóvenes en la isla de Utøya que dejó más de ochenta víctimas.
Los “terroristas musulmanes” jamás aparecieron, ni se difundió comunicado alguno de cierto grupo fundamentalista, como Al Qaeda. Antes bien, fue detenido un hombre de apenas treinta y dos años que se declaró culpable, llamado Anders Behring Breivik; quien más que de confesión islámica resultó ultranacionalista y fanático islamófobo.
El extremista ha manifestado ser el autor único de estos atentados que costaron la vida de noventa y tres personas, en su mayoría jóvenes menores de veinte años. Las autoridades noruegas declararon que se enfrentan a la peor tragedia desde la Segunda Guerra Mundial, y contrario a lo que el fanático deseaba, responderán con “más democracia”.
Anders Behring Breivik dijo, asimismo, que la matanza fue “cruel pero necesaria”. Y difundió un Manifiesto de mil quinientas páginas donde fija su postura contra el ‘multiculturalismo’ y critica duramente la tibieza de los gobiernos europeos, por permitir la inmigración de países de confesión islámica.
De alguna manera, el atentado referido echa abajo el mito de que todos los terroristas son de confesión islámica. Lo cierto es que el terrorismo se ha practicado desde el principio de los tiempos como una medida para causar dolor y muerte a la población inocente, generalmente como respuesta a las políticas de su gobierno. Detrás del terrorismo se encuentra el fanatismo, que pudiera ser religioso, pero también político o racial. Estados Unidos es uno de los mejores ejemplos, ya que de todas las matanzas sucedidas en su territorio sólo una (la del 11 de septiembre de 2001) fue ocasionada por fundamentalistas islámicos; las demás por fanáticos de otra confesión religiosa.
Por fortuna no se culpará a ningún tercero ni se emprenderá la invasión de algún país musulmán para ‘vengar’ la masacre. Toda muerte inocente duele. Deseamos pronta paz a la nación noruega.
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Texto publicado en Enfoque Diario el lunes 25/Jul/2011.