Gubidxa Guerrero
En Estados Unidos de América gran parte de la sociedad se vuelve adicta a sustancias tóxicas que cruzan o se originan en nuestro territorio nacional. El Gobierno mexicano se lamenta por esta situación y, siendo consecuente, combate a los cárteles de la droga.
En México, jóvenes, mujeres, niños y policías caen fulminados con balas y armas provenientes de la Unión Americana; pero el Gobierno estadounidense, por el contrario, se pone del lado de sus comerciantes de muerte, de sus armeros.
Norteamérica tiene todo el derecho de permitir la venta de armas de fuego y de proteger los intereses comerciales de sus empresarios (aunque estos negocios con los cárteles mexicanos se realicen de manera ilegal). Pero México, igualmente, está en su cabal derecho de legalizar las drogas y, llegado el caso, de proporcionar a los compradores yanquis el producto que tanto demandan.
Sin embargo, si en México alguien trafica con drogas puede pasar gran parte de su vida en la cárcel; mientras que si en los Estados Unidos alguno vende armas amparado en las normas de aquel país, puede hacerse millonario y hasta contribuir al crecimiento económico de su patria. ¿Por qué ambos Estados aplican diferentes políticas? ¿Por qué nuestro país no ha optado por hacer de las drogas un bien de adquisición legal? Pues porque, a pesar de todos los yerros que podamos atribuirle, al Gobierno mexicano todavía le queda cierta congruencia con principios éticos fundamentales, Y esto es algo que aunque muchos no puedan compartir, todos debemos respetar.
Hay pues, una clara diferencia entre la actitud asumida por Barack Obama y Felipe Calderón Hinojosa en cuanto al tema del crimen organizado, las drogas, y/o la violencia. En Estados Unidos imperan los objetivos económicos antes que la preocupación por el daño que sus negocios causan en el territorio mexicano. Contrariamente, en nuestro país, el Presidente de la República ha mostrado gran perseverancia para combatir a las bandas de secuestradores y narcotraficantes, aún a costa de sufrir un daño político severo (y de los errores estratégicos cometidos durante su “guerra contra el narco”).
En estas actitudes distintas para enfrentarse a los mismos enemigos --quienes se enriquecen con el daño de las sociedades--, Calderón posee una ventaja que bien pudiera traducirse en una carta de mucho valor, con la cual el Gobierno mexicano estaría en condiciones de presionar a los políticos estadounidenses, permitiendo que aquí se legalizaran las drogas, en caso de que allá no hicieran lo suficiente para detener el flujo de armas a nuestro país.
Felipe Calderón Hinojosa, no sólo debe tener buenas intenciones, sino que debe saber responsabilizar a quienes desde el otro lado de la frontera sólo señalan y “sugieren” las medidas que tendría que instaurar, mientras se enriquecen a costa de los enfrentamientos armados en México. Llegado el caso, Calderón debe demostrar toda la firmeza necesaria, no sólo ante los cárteles, sino ante cualquier otro Gobierno. Para unos ya utiliza la fuerza del Estado, para los otros hace falta una buena estrategia diplomática. Pero esto no depende de nosotros, sino del Presidente y de sus asesores…
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Texto publicado en Enfoque Diario el jueves 12/Ago/2010.