Por Gubidxa Guerrero
Algunos curiosos que entran al Templo de San Vicente Ferrer, en Juchitán, se preguntan por qué razón este recinto alberga a dos Santos con igual nombre, cuando lo usual es que cada pueblo conserve y venere a un solo Patrono. Uno es Gola (‘grande’), y el otro Huiini’ (‘chico’). Cada cual con su propia festividad y con nicho respectivo.
Para responder esta duda, es necesario repasar lo acontecido hace más de un siglo; pues este tema, que podría parecer ajeno a las circunstancias de nuestra historia, guarda íntima relación con el pasado de los pueblos del Istmo, y con uno de sus movimientos armados más importantes: la rebelión que encabezara Albino Jiménez, mejor conocido como Binu Gada.
En septiembre de 1870 el héroe de la resistencia zapoteca contra la intervención francesa se levantó en armas. En ese entonces gobernaba el Estado de Oaxaca Félix Díaz, apodado El Chato, quien era, además, hermano de Don Porfirio.
No pretendo detallar las razones de la rebelión de Binu Gada. Baste decir que se enmarcaba en la larga tradición de lucha por defender los recursos naturales y la autonomía política de los pueblos zapotecas del Istmo, en contra de las imposiciones del Gobierno del Estado. Como en todo conflicto armado, una chispa encendió la mecha: cuentan que un pequeño altercado entre Albino Jiménez y el Jefe Político de Juchitán, apodado Dxu’ yuudxu (‘forastero podrido’), provocó la nueva guerra, apenas cuatro años después de la batalla del 5 de septiembre en Juchitán, en que los habitantes del Istmo derrotaron a las tropas imperialistas que servían a Maximiliano de Habsburgo.