Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el lunes 10/Mar/2014]
A raíz del conflicto en la Colonia Álvaro Obregón, agencia municipal de Juchitán, entre el Cabildo Comunitario de dicha comunidad y el Ayuntamiento de la cabecera, muchas personas se preguntan por qué un gobierno municipal que se dice de izquierda se confronta con un movimiento social que también podríamos catalogar como izquierdista.
Esta aparente contradicción se refleja en la actitud de algunas personas con respecto el conflicto. Hay quienes consideran que condenar los actos provocadores del Ayuntamiento es “políticamente incorrecto”, pues no se deben reprobar las acciones de un gobierno emanado del PRD-PT-COCEI. Otros, asimismo, creen que la satanización que los líderes políticos juchitecos han hecho del movimiento social de Álvaro Obregón es igualmente inadecuado.
¿Qué sucede entonces? ¿Por qué dos grupos que aparentemente deberían luchar por las mismas causas están confrontados? ¿Por qué un alcalde que se ostentó como defensor de los derechos de los pueblos indígenas, hace el papel de simple operador político al servicio de los grupos coceístas?
La razón es de fondo. Desde que la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo (COCEI) se reveló tal cual es, entró en una dinámica simple y meramente electoral. La COCEI se presentó, desde entonces, como un consorcio con muchas sucursales; cada una bajo la gerencia de un “líder histórico”, normalmente los expresidentes municipales de Juchitán.
Los dirigentes coceístas se dedicaron a lanzar lemas de campaña y a cerrar carreteras, olvidándose de la verdadera lucha que reclamaban los pueblos istmeños en torno a la tierra y a la autonomía política. A los campesinos los volvieron clientes; personas dependientes de los estímulos económicos de la federación. A los pescadores y a los comerciantes les aplicaron la misma estrategia, de tal manera que los coceístas se dedicaron a “administrar” los problemas sociales con el objeto de movilizarse-negociar-cobrar ante los gobiernos en turno. De izquierda, pues, únicamente han tenido el nombre.
Con el grupo que se encuentra en Álvaro Obregón no podemos decir lo mismo. Aunque es muy joven, este movimiento ha demostrado que, al menos en lo interno, no desea la intromisión de entes ajenos. Tal fue la lucha contra Mareña Renovables. Ese episodio, que pudo haber unido a los dos grupos, sirvió más bien para dividirlos. Mientras los pescadores y campesinos de Guixhi ro’ (como se conoce a Álvaro Obregón en lengua zapoteca) defendían decididamente su territorio, los líderes de la COCEI les daban la espalda.
Cuando el conflicto estalló y vino la represión de la Policía Estatal, los “izquierdistas” de la COCEI no movieron un dedo por sus paisanos. Antes bien, parecieron ponerse del lado de las autoridades estatales y de Mareña Renovables. Eso provocó que la gente de Álvaro Obregón, agrupada en la Asamblea Comunitaria, decidiera repudiar a los políticos que antes habían respaldado.
Ése fue el costo que pagaron los líderes coceístas por su indiferencia: no ser admitidos más en el seno de una comunidad que los había apoyado por varios lustros. El movimiento antieólico respetó a sus paisanos coceístas, pero éstos no hicieron lo mismo y en lugar de reconocer las decisiones de la comunidad, optaron por provocarlos, convocando a elecciones cuando la Asamblea Comunitaria y el Consejo de Ancianos de Álvaro Obregón ya habían realizado una elección propia para elegir a un Cabildo Comunitario interno.
Después vinieron los hechos violentos de la semana pasada, las notas en La Jornada, en Proceso, y pronunciamientos de Amnistía Internacional. Hasta el Obispo Emérito, Arturo Lona Reyes, emitió un comunicado respaldando a la comunidad zapoteca de Álvaro Obregón. Es ahora cuando más claro se muestra el verdadero rostro de la otrora digna COCEI.