Capilla de Cachimbo. Domingo 2 de marzo de 2014. Fotografía Fidel Cruz Santiago |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el martes 11/Mar/2014]
Corrían los últimos días de mayo. Las lluvias se habían adelantado en la región istmeña, como suele suceder de vez en cuando. Nadie sospechaba lo que ocurriría. Las pocas personas que tenían radios de batería ―ya que en esta comunidad no cuentan con energía eléctrica― habían escuchado que un huracán llamado Bárbara tocaría tierra en el puerto de Salina Cruz. Nadie imaginaba que el curso del meteoro cambiaría súbitamente moviéndose hacia el Este, entre los Estados de Chiapas y Oaxaca. Fue el día en que Cachimbo quedó bajo el agua.
El huracán tocó tierra en esta larga península que durante ocho meses se vuelve, literalmente, una isla desconectada de tierra firme. Por eso se le conoce como Isla de León-Cachimbo. Las decenas de familias que habitan la zona corrieron el riesgo de desaparecer.
“Lo que nos salvó fue que Bárbara llegó de día. De habernos agarrados dormidos, ahorita estaríamos muertos”, cuenta José Barrientos, pescador de la comunidad cuya casa fue arrasada por los fuertes vientos.
Ningún hogar se salvó del huracán. Bárbara arrancó lo mismo grandes árboles de pochote que volteó lanchas y desprendió los techos de asbesto, lámina y palma de las casas. Pero, milagrosamente, no cobró ninguna vida humana.
En su momento, lo que ocurrió en esta pequeña agencia municipal de San Francisco Ixhuatán fue noticia nacional. Medios digitales e impresos de todo el país, dieron cuenta de los destrozos. El gobierno estatal prometió ayuda y la Federación también anunció apoyos para los pescadores y la comunidad.
“Si la ayuda llegó al municipio, se habrá quedado en la cabecera, porque aquí apenas nos tocaron algunas láminas y un par de cajitas de despensas”, dice el agente municipal llamado José Abel. Él completa: “Hasta Cachimbo llegaron funcionarios del Estado y de la Sedesol que supuestamente nos iban a apoyar a la reconstrucción. También se dijo que nos iban a reubicar, cosa que nosotros no deseamos, porque vivimos de la pesca. Sin embargo, sí necesitamos viviendas que nos sirvan como refugio en temporada lluviosa”.
A diez meses de Bárbara la pescadería de Cachimbo está casi igual que cuando fue azolado por el huracán. Vive, desafortunadamente, en el abandono; sin agua potable ni energía eléctrica. ¿Adónde se fueron las promesas de nuestras autoridades? Parece que se las llevó el viento, como se lleva la arena de la playa.