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La caza

Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en el el libro colectivo: Xhquíchi ca bidxaa / Libro de los metamorfoseados, Editorial Praxis, México, 2004. ISBN 970-682-210-0.

Cierta anciana me contaba una tarde, bajo unos enormes tamarindos que se mecían con la brisa del sur llamada por nosotros binisa, que cuando niña era más frecuente saber de los nahuales. Me relató que entre sus mejores logros estuvo haber atrapado a uno.

En Juchitán aún existe la creencia de que la sombra de una persona es especial. En ella, además, se localiza un punto débil de los bidxaa; esto significa que por medio de la sombra puede agarrárseles. Nuestra relatora señaló que una tarde, hace más de siete décadas, mientras jugaba en el patio de su casa, de tierra apisonada toda ella, advirtió la llegada de una octogenaria mujer de quien se sospechaba la capacidad de metamorfosearse. La niña observó con curiosidad atenta los movimientos de la recién venida, sabiendo que si alguien pinchaba una espina o aguja sobre la sombra de un brujo (como erróneamente algunos les denominan) éste quedaba imposibilitado para moverse. La pequeña intentó aplicar la técnica aprendida de oídas entre sus amigas y, acercándose a la silla donde se encontraba la majestuosa señora, colocó una espina justo enmedio de la sombra que su cuerpo a contraluz presentaba. 

Pasada unas horas, la mujer no se levantaba de su silla. La anfitriona ya  revelaba cierta desesperación por despedir a la visita, cuando en ese instante tuvo que retirarse por unos minutos; lapso que fue aprovechado por la anciana para reprender duramente a la niña juguetona, quien al ser regañada tuvo que reconocer su travesura y removió la punta de la tierra obscura, todavía húmeda.

Nunca contó a sus padres lo ocurrido, pero desde entonces mostró gran respeto por la mujer a quien había descubierto y aprehendido.