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Matanza en Iguala 2

Gubidxa Guerrero 

[Texto publicado en Enfoque Diario, el lunes 06/Oct/2014]

El lunes de la semana pasada titulé mi entrega “Matanza en Iguala”. En el texto anunciaba el asesinato de seis personas en el municipio de Iguala, Guerrero.  
Un comando armado, apoyado aparentemente por policías municipales de Iguala, atacó varios autobuses. Previamente los normalistas habían secuestrado camiones Costa Line para regresar a su zona de origen, en los alrededores de Tixtla. 
Quizás alguien vio la oportunidad de disparar a los normalistas, con el argumento de que éstos violaban la ley. Lo cierto es que el ataque fue bárbaro e injustificado. 
El mismo día manejé la hipótesis de tres posibles responsables: el gobierno, el empresariado o el crimen organizado.

Todo parece indicar que en la matanza que ha dado un giro trágico, con el descubrimiento de varias fosas clandestinas, se conjuntaron, transversalmente, elementos de los tres sectores mencionados: funcionarios a nivel local, que provienen de las filas empresariales, aliados con sicarios de carteles regionales.

Con estos hechos parece querer revivir el fantasma del 68. No obstante, existen algunas diferencias. Las causas y los actores son completamente distintos. Hace cuatro décadas fue el gobierno federal directamente, en tanto garante de la seguridad nacional, apelando a "razones de Estado”. El Presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, se hizo llanamente responsable de aquellos hechos. Fue, pues, un acto consciente motivado exclusivamente por razones políticas. Si a la luz de los años nos parecen reprobables, es otra cuestión. Pero el hecho ahí está y los implicados jamás negaron su responsabilidad en la toma de decisiones.

En Guerrero el asunto es más doméstico. Se trata de un presidente municipal de una ciudad invadida y semi-controlada por grupos del crimen organizado que decidió, posiblemente, dar un escarmiento a “los ayotzinapos” (como él mismo los llamó), que viajaron desde Tixtla para reventar el informe de actividades de su esposa, la presidenta del DIF local. 

Con una mentalidad gansteril, el alcalde de Iguala al parecer dio instrucciones de balear a los normalistas que osaron hacer desmanes en su feudo. La violencia se salió de control y lo que pretendía ser un susto terminó en masacre, debido a que entre los policías municipales había algunos que se coordinan directamente con miembros del crimen organizado. 

El gobierno sabe más de lo que informa. Resulta que hasta dentro de quince días aproximadamente podremos corroborar fehacientemente las identidades de los cuerpos encontrados el fin de semana en fosas clandestina en Iguala Viejo. Ello, tal vez, con la intención de apaciguar los ánimos de la opinión pública, especialmente entre la comunidad estudiantil organizada alrededor de las demandas de los jóvenes del Instituto Politécnico Nacional.

Es muy probable que en semanas subsecuentes se confirme la horrible sospecha: que los cuerpos encontrados en fosas comunes corresponden a los estudiantes desaparecidos la semana pasada. Eso significaría una escalada peligrosa en nuestro país, porque estaría abarcando a grupos estudiantiles completos en las represalias de ciertos gobernantes, quienes no dudarían en echar mano de criminales para intimidar a sus adversarios políticos.

Así las cosas en México y en un Estado y municipio de “izquierda”, porque no debemos obviar el hecho de que Iguala y Guerrero están pintados de amarillo.