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Comunitarios cercan Apatzingán


Gubidxa Guerrero 

[Texto publicado en Enfoque Diario, el lunes 13/Ene/2014]

La región que ahora roba titulares en los noticiarios de todo el país tiene historia. Por esos pueblos anduvo José María Morelos y Pavón cuando era cura, antes de que Miguel Hidalgo y Costilla se levantara en armas. La Meseta Purépecha y Tierra Caliente, en Michoacán, son famosas desde la época prehispánica, en que los tarascos mantuvieron a raya a los guerreros mexicas. 

Apatzingán no es sólo el centro neurálgico de una importante región productora, hoy en manos de los Caballeros Templarios, sino la ciudad donde se promulgó la primera constitución de nuestro país, por Morelos: la Constitución de Apatzingán, fechada el 22 de octubre de 1814.

Hoy es el epicentro de la ‘guerra’ michoacana entre los Templarios y las Policías Comunitarias, denominadas genéricamente ‘autodefensas’, en la que el Ejército, la Marina y la Policía Federal han sido meros espectadores.

En los últimos días los comunitarios han tomado, uno por uno, los pueblos que rodean Apatzingán, intentando cercarla completamente para luego cerrar la pinza. Lo que parecía una misión imposible ha dado resultados, en parte por la férrea voluntad de las autodefensas, en parte por el apoyo popular y por la desmoralización en las filas del crimen organizado.

Bloquear e incendiar vehículos de todo tipo en las carreteras ha sido la principal estrategia de los Templarios. Los comunitarios, por su parte, iniciaron la ofensiva que pretenden detener hasta ocupar la “capital” de aquéllos, Apatzingán. Los enfrentamientos han sido muchos. En casi todos ha vencido el pueblo armado. Pero nadie puede asegurar a ciencia cierta lo que sucederá, ya que si bien los comunitarios gozan de mucha popularidad, no cuentan con certeza jurídica como para ocupar el lugar de las instituciones gubernamentales.

Michoacán es un Estado fallido. Tuvo dos administraciones perredistas que se pudrieron hasta el tuétano, y actualmente la gobierna un PRI igual de ineficaz y corrupto, según han denunciado los líderes de las autodefensas.

Parece que nada podrá detener la violencia. Únicamente la victoria contundente de uno de los bandos podría apaciguar las cosas. Pero, ¿y después? Más de diez mil ciudadanos armados hasta los dientes, sin más jefe que el que ellos deciden, son una preocupación genuina, no sólo del crimen organizado, sino del mismísimo gobierno, que ya debe estar pensando en el modo de apaciguarlos.