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Opinión: El derroche en las campañas políticas

Gubidxa Guerrero 

[Texto publicado en Enfoque Diario el viernes 07/Jun/2013] 

Dicen los que saben, que quien desea impulsar una carrera política debe tener, además de ganas y buenos deseos, una cartera lo suficientemente llena. Lo mismo sucede con quienes se encuentran en campaña.
     Los gastos para una diputación oscilan entre los tres y siete millones de pesos. Por supuesto que no hablamos de los topes de campaña que fija el Instituto Federal Electoral (IFE), sino de las erogaciones que se terminan realizando para promover una figura que desea conseguir el favor de sus conciudadanos.
     Si hablamos de los aspirantes a las presidencias municipales el dispendio es mucho mayor. Claro está que el derroche es proporcional a la importancia del municipio en disputa.
     Salina Cruz, Tehuantepec y Juchitán implicarán la mayor “inversión” en publicidad, pues los jugosos presupuestos de estas ciudades lo ameritan. Pero, ¿en qué gastan sus millonadas los partidos durante las campañas? En basura. Así de simple. 
     Los coordinadores de campaña siguen viviendo en el siglo pasado. Piensan que con imprimir decenas de miles de volantes y cientos de lonas con la efigie del candidato, la ciudadanía quedará convencida de las bondades de éste. La lógica que impera en los equipos de promoción tiene la premisa de que el pueblo es tonto. Por tanto, emite publicidad acorde a la edad mental que, según ellos, tienen los habitantes.
     Lo cierto es que muy pocos se tragan sus mentiras. Si el índice de abstencionismo supera el 40% es porque miles de paisanos no le creen una palabra a quienes aspiran a llegar a los principales puestos de elección popular.
     Si queremos regresarle la confianza a la ciudadanía debemos ser propositivos y dejar los tópicos gastados para otra ocasión. Sólo aquel personaje que logre tocar la fibras más sensibles del ciudadano de a pie obtendrá su confianza y, en el mejor de los casos, su voto.
     Por desgracia, en tierra de ciegos el tuerto es rey, como reza el dicho; y mientras no elevemos el nivel de la discusión, los políticos de oficio seguirán recetándonos las mismas fórmulas. La diferencia la hará la ciudadanía organizada, con propuestas, con exigencias, pero con respeto. Debemos demostrar a los grilleros que hemos cambiado y que ellos deben seguirnos el paso.

Opinión: Votar es nuestro deber

Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario el jueves 06/Jun/2013] 

Varios siglos tuvieron que pasar para que el derecho al voto fuera efectivo en la mayor parte del mundo. Si bien en nuestro país esta prerrogativa ha estado reconocida por las distintas constituciones que nos han regido, fue hasta hace muy poco que se hizo efectiva. 
     Nuestro sistema electoral no es perfecto, pero es uno de los más avanzados del mundo. La responsabilidad de los malos gobiernos no está en la institución que cuenta los sufragios, sino en los aspirantes a ocupar los principales cargos públicos.
     El desencanto provocado por los malos representantes ha hecho que millones de personas se abstengan de participar en las jornadas comiciales. Lo anterior se ve reflejado en las estadísticas, que calculan la participación ciudadana en aproximadamente sesenta por ciento, o menos…
     Que cuatro de cada diez personas, con credencial de elector, decidan quedarse en casa los días de la votación, no es la mejor manera de mostrar la inconformidad, pues la lectura que hace la clase política es la siguiente: ciudadanía apática. En muchas ocasiones, jóvenes y adultos que deciden conscientemente no participar en las elecciones locales se quedan formando parte de los números, mezclándose con quienes, efectivamente, se conducen con total indiferencia.
     Votar no debe ser visto solamente como un derecho, sino como un deber. Acudiendo a las urnas podemos elegir al candidato de nuestra preferencia o manifestar nuestra inconformidad por el sistema político anulando el sufragio. ¿Se imaginan que un 20% de los votantes tachara toda la boleta, lo que implicaría nulidad? Sería un mensaje contundente. 
     Pero la opción no se encuentra solamente entre votar por uno de los aspirantes registrados o anular el voto, sino que la misma boleta nos presenta un recuadro blanco para escribir el nombre de alguien no registrado o, si así lo deseamos, escribir algún mensaje debajo de los recuadros, en los renglones destinados para ello.
     Cada votante que en julio entrará en la mampara tendrá cuatro opciones: 1.- Votar por el candidato de su preferencia, 2.- votar por un abanderado no registrado, 3.- escribir alguna inconformidad, 4.- anular el voto. Cualquiera de ellas es mejor que quedarse en casa a ver cómo el círculo vicioso de la política sigue girando.

Opinión: La descomposición social

Gubidxa Guerrero 

[Texto publicado en Enfoque Diario el miércoles 05/Jun/2013]

“Nadie respeta las leyes”, “todos hacen lo que les viene en gana”, “no hay solución”. Es muy frecuente escuchar frases de este tipo en cualquier municipio istmeño.
     Invasiones, mototaxis, inseguridad, comercio informal… son problemas que han alcanzado proporciones alarmantes. Y mientras la sana convivencia se va al caño, todos creemos estar exentos de los males de que nos quejamos.
     Lo cierto es que, en alguna medida, todos somos cómplices de estos trastornos y, muchas veces, sus mismos ejecutores.
     Pero ¿cómo podemos exigir el cumplimiento de la ley, cuando no hay autoridad que se respete? Cuando un policía estatal, o agente de tránsito, detiene a un conductor particular, éste no tendrá el más mínimo empacho de mandarlo al carajo diciéndole: “no quieras hacerme lo que no te atreves a hacerle a los cientos de vehículos de transporte público que circulan en tus narices sin permiso”.
     Y es que con la autoridad gubernamental pasa como con los padres: cuando tratan de forma desigual a los hijos, alientan la desobediencia. Un muchacho con buenas calificaciones que continuamente sea castigado, mientras el hermano con promedio bajo obtiene permisos al por mayor, forzosamente reclamará. Después, cuando continúe viendo que al infractor se le premia y a él se le castiga, simplemente le importará poco actuar con el mismo cinismo que aquél.
     Así sucede en nuestras ciudades. La sociedad se cansó de esperar que el gobierno pusiera orden. Las autoridades estatales y municipales preferían “negociar” el bienestar común, con tal de no enemistarse con los aliados políticos. Cuando muchos vieron que la impunidad era posible, algunos más se fueron sumando a las filas de quienes hacen su santa voluntad.
     El colmo vino cuando se quiso aplicar a los particulares las sanciones que jamás se ejecutaron en los políticos y/o militantes de variados grupos de presión. La sociedad reculó. 
     Hoy en día no hay autoridad que se respete, lo que hace que vivamos como en una jungla, donde impera la ley del más fuerte.
     Sin embargo, no todo está perdido. Todavía estamos a tiempo de recuperar la convivencia. Se trata de que quienes se erijan en gobierno, apliquen a los suyos las normas que después quieran emplear con el resto de la sociedad. Porque sólo cuando veamos que la autoridad se comporta con imparcialidad, podrán investirse de credibilidad. Bien lo dice el dicho: “el buen juez por su casa empieza”. ¿Alguno se atreverá? Ya veremos.

Opinión: Rumbo a las presidencias municipales

Gubidxa Guerrero 

[Texto publicado en Enfoque Diario el martes 04/Jun/2013]  

Es martes 4 de junio. Hoy inician formalmente las campañas para conseguir el favor popular. Más de quinientas autoridades serán renovadas en el Estado de Oaxaca, una buena parte de las cuales lo harán por el sistema de partidos.
     Los meses previos fueron muy intensos en el PRI y en el PRD-PAN. La definición de abanderados tuvo, en algunos casos, finales cardiacos. Se sacrificaron algunos aspirantes de determinadas ciudades, por otros en urbes más “importantes”.
     Lo cierto es que buena parte de los resultados son previsibles. Por mucho que nos cueste reconocerlo, las cúpulas partidistas han hecho amarres importantes para obtener resultados esperados. No obstante, habrá lugares donde la situación se defina hasta el día de la votación.
     Por fortuna, los tiempos de proselitismo son breves. En otras épocas, desde abril ya estaban saturadas las calles con toda clase de propaganda, que terminaba tirándose a los basureros municipales. Aunque en esta ocasión todos han hecho campaña silenciosa, no tiene punto de comparación con lo que acontecía años atrás.
     Hoy arranca la carrera por los municipios istmeños. Salina Cruz, Tehuantepec, Ixtepec y Juchitán serán las poblaciones más competidas. Los recursos que se manejan cada trienio son millonarios, por lo que ningún partido querrá quedarse fuera de la repartición.
     Pero dentro de todo el barullo que se desatará desde hoy, se presenta una alternativa ciudadana novedosa: el debate entre aspirantes a la alcaldía juchiteca, organizado por el Comité Melendre. Como es bien sabido, Juchitán ha sufrido convulsiones en meses recientes. La inseguridad se ha elevado a niveles espantosos, y los desalojos violentos han generado preocupación. Hay temas centrales que ningún candidato debe evadir: bloqueos, invasiones, transporte público, proyectos eólicos, inseguridad, empleo, cultura…
     Eso abordarán los personajes que aspiran dirigir a la ciudad de las flores. Este ejercicio, nacido de la ciudadanía apartidista, está siendo bien acogido por los habitantes. Dos candidatos ya aceptaron participar: Saúl Vicente Vázquez (abanderado de la alianza PAN-PRD-PT) y Armando López Gómez (candidato del PSD). Se espera que en los días próximos hagan lo propio los otros tres abanderados. 
     Las campañas políticas no deben seguir siendo groseramente ruidosas. No deben seguir ganando automáticamente quienes inviertan más dinero en publicidad, tratando de persuadir a los paisanos con lemas repetidos hasta el hartazgo. La sociedad tiene la oportunidad de ir abriendo brecha. El primer logro será sentar a los políticos de oficio a debatir sobre los temas centrales. Dependerá de ellos lograr la credibilidad a ojos de los electores y, por qué no, inclinar la balanza a favor suyo. La obligación de los distintos sectores sociales, será vigilar que las promesas de campaña se cumplan y participar en las decisiones importantes. Solamente con la conjunción de la sociedad y el gobierno podremos retomar el rumbo.