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Heliodoro Charis Castro y el “Plan de San Vicente”

Charis (sentado) y sus lugartenientes
Gubidxa Guerrero

Todo istmeño ha escuchado hablar del General Charis. Su fama llega incluso a otras regiones de nuestro país, casi siempre en la forma de chiste o mofa. Como si fuéramos grandes literatos, manejadores hábiles del idioma castellano, nos burlamos del soldado que siempre se expresó en zapoteco, su lengua madre. Sin ningún recato nos reímos de lo que ‘cuentan’ que dijo: anécdotas que giran en torno a su deficiencia para hablar el español.

Pero, ¿sabemos qué hizo este hombre? ¿Conocemos su vida o su obra? Sin habernos percatado, en los pueblos del Istmo muchos estamos en deuda con él. Oficialmente, se tiende a resaltar su vida como la del militar valiente al servicio de los gobiernos postrevolucionarios, o como la del General de División que jamás perdió una batalla. Pero Charis también fue guerrillero; enarboló las banderas históricas de autodeterminación étnica, como hicieron antes que él José Gregorio Meléndez, Máximo Ramón Ortiz, o el Licenciado José F. Gómez.

Heliodoro Charis Castro nació en Juchitán en julio de 1896. De familia humilde, vivió sus primeros años en el Barrio Lima (Quinta Sección); también pasó parte de su niñez en Tehuantepec. Tenía como uno de sus orgullos, ser sobrino nieto del héroe juchiteco Albino Jiménez, “Binu Gada”. En 1911, a los 15 años, Heliodoro se incorporó a las fuerzas que encabezaba el Lic. Che Gómez, quien se levantó en armas el 2 de noviembre de ese mismo año. De hecho, su barrio fue foco de violentos enfrentamientos, pues a unos metros de su casa estaba el Cuartel “Carlos Pacheco” (el cual fue derrumbado años después, construyéndose en su lugar el Centro Escolar Juchitán).

Se sabe que después del asesinato de Che Gómez (5 de diciembre de 1911) se enroló a las tropas revolucionarias que combatían por todo el país. Estuvo a las órdenes de diversos militares zapotecas, y su participación hasta ese momento no fue más destacada que la de los demás soldados istmeños que luchaban en las distintas facciones revolucionarias. Sin embargo, entre estos hechos y su ascenso a General de División del Ejército Mexicano hay un acontecimiento no muy difundido: Charis fue líder rebelde, y promulgó su propio plan revolucionario.

El primero de diciembre de 1919 el joven Heliodoro Charis Castro se levantó en armas exigiendo la independencia del Istmo respecto el Estado de Oaxaca, tal como lo hicieran todos los dirigentes zapotecas de su pueblo antes que él. El documento con el que saltó a la escena política regional es conocido como el “Plan de San Vicente”. Desde entonces, hasta el mes de mayo de 1920, se suscitaron ataques armados de las tropas charistas en contra de los soldados federales y del bando ‘rojo’, comandado por Efraín R. Gómez. Casi ningún pueblo istmeño fue ajeno a estas batallas. Las hubo en Tehuantepec, en San Blas Atempa, Unión Hidalgo, Jalapa del Marqués, Comitancillo, Laollaga, Mixtequilla y prácticamente en cada municipio de la planicie costera. Los enfrentamientos determinantes se dieron en Xadani y en Juchitán, cuando finalmente Charis salió victorioso. La suya fue una rebelión triunfante desde el punto de vista militar; pero no alcanzó los objetivos políticos trazados, ya que el mismo mes de su triunfo, Heliodoro Charis Castro se adhirió al “Plan de Agua Prieta” que se proclamó en Sonora y que buscaba derrocar a Venustiano Carranza para ser relevado por Álvaro Obregón. Charis aprovechó hábilmente dicha coyuntura y fue reconocido a la vez como General Brigadier. Desde entonces fue obregonista, y cultivó gran amistad con los altos jerarcas del país; especialmente con Joaquín Amaro, creador del Ejército Mexicano moderno, y personaje que combatió ferozmente la rebelión delahuertista y el levantamiento cristero (en los cuáles Charis fue un militar federal destacado).

Como hombre de armas su historial es impecable. El 13° Batallón que dirigió se hizo célebre en el Ejército (estaba integrado por hombres de todos los pueblos istmeños, pero sus soldados eran conocidos simplemente como “juchitecos”, pues la mayoría provenía de esta ciudad). Pero como político y patriarca del Istmo su labor es grandiosa, pues Charis gestionó una gran cantidad de escuelas y clínicas para nuestra región. Fue Presidente Municipal, Diputado Federal, Senador de la República, precandidato a Gobernador, y promovió el desarrollo agropecuario y comercial, sin distingo de pueblo o ciudad, por lo que merece todo nuestro respeto y no burlas o grotescos comentarios. 

Paisano: cuando vuelva a escuchar un chiste que denigre al General Heliodoro Charis Castro, tenga bien presente las palabras que pronunció Joaquín Amaro: “El General Charis es un hombre valiente y muy importante de nuestro país. Prohíbo terminantemente que se exprese en esos términos de su persona.” Recuerde igualmente que quienes popularizaron las burlas, fueron sus adversarios políticos y los enemigos de las comunidades indígenas, que no podían estar conformes con que un zapoteca fuera mejor que ellos. 

A los profesionistas les aconsejo: antes de reírse cínicamente de nuestro General Charis, piensen que quizá la escuela donde ustedes se formaron fue gestionada por este hombre y sus valerosos soldados (quienes hasta se descontaban del sueldo para poder pagar a los profesores). Recuerde, finalmente, que uno de los últimos legados de Charis fue el Instituto Tecnológico del Istmo, de cuyo patronato “Pro fundación” fue presidente, y cuyo funcionamiento no pudo ver porque lo sorprendió la muerte el 26 de abril de 1964.

Para el General Heliodoro Charis Castro y sus valerosos soldados, toda nuestra admiración.




[Texto publicado en Enfoque Diario, el sábado 30/Nov/2013]