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¿Recinto de intolerancia?

Normalistas de la ENUFI en toma de caseta
Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el miércoles 27/Nov/2013]

Llegar a la universidad es el sueño de muchos. La gente suele pensar que en el nivel superior se respetan las creencias políticas y religiosas. En los tecnológicos y universidades públicas o privadas cualquier estudiante puede sentirse con el derecho de pensar libremente, siempre que respete el pensamiento de los demás. Asimismo debería ser en las escuelas normales, donde suelen formarse los futuros docentes que tendrán en sus manos la educación estatal.

Ayer martes supimos de los destrozos que un grupo de vándalos cometió en las instalaciones de unas oficinas de la Sección 59 en Oaxaca de Juárez. De antemano podemos sospechar que estos actos quedarán sin castigo. Cuando la impunidad reina, éstas son las consecuencias. Al Gobierno de Oaxaca le importa un bledo la educación pública. Le interesa quedar bien con los mandamases de uno de los estados más pobres del país. Ya sabemos quiénes.

Las personas a veces se preguntan por qué es tan uniforme ―y a veces tan intolerante y violenta―, la posición de los trabajadores adscritos a la Sección 22, siendo que muchos de sus integrantes suelen ser, de manera individual, personas amables de pensamiento abierto y crítico.

Se nos olvida que desde que se encuentran estudiando se vuelven presas de un sistema de coerción que los intimida para obedecer, cuales corderos, los dictados de un puñado de dirigentes.

Así sucede en la Escuela Normal Urbana Federal del Istmo (ENUFI), con sede en Ixtepec, donde desde el ingreso de los jóvenes, un Comité Estudiantil se vale del desconocimiento de los futuros normalistas acerca del funcionamiento de la institución, para atemorizarlos. Con presiones de todo tipo se les induce a participar en marchas, plantones, tomas de caseta y bloqueos carreteros, haciéndoles creer que de no llevarlo a cabo perderán ciertos derechos estudiantiles.

Muchas personas ingenuas caen en las argucias de los líderes, que escudados en un pequeño coto de poder, deciden el futuro de este centro de enseñanza.

¿Y la oposición? Cuando ésta se da es rápidamente destruida con presiones de todo tipo, que van de la exclusión social, hasta la discriminación más burda y la violencia física y/o psicológica. ¿Y los profesores? A veces, en lugar de resolver estos problemas que claramente violan los derechos universitarios, prefieren hacerse de la vista gorda.

Es una lástima que en una escuela de nivel superior en el Istmo de Tehuantepec, donde la tolerancia a las distintas formas de pensar debería ser norma, se chantajee y discrimine a sus alumnos, al grado de provocar la deserción de algunos o la dócil sumisión de los demás. Pero no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Ya comienzan a escucharse voces disidentes. ¿A éstas también se las querrá callar con violencia? Estaremos al pendiente...