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Ni en la tranquilidad ni en el desastre

Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario el viernes 20/Sep/2013]

“Si eres pobre o eres rico/ con la muerte dormirás/ Pero ni en camposanto encontramos/ encontramos igualdad”. Así termina la letra de un tema del gran compositor jeromeño Luis Martínez Hinojosa, que retrata las desigualdades sociales de la sociedad contemporánea.

Los versos de Don Luis cuentan la historia de Miguel, un viejo campesino que no encontraba la forma de enterrar a su nieto, pues carecía del dinero para hacer los pagos correspondientes a las autoridades municipales. Finalmente, ante la imposibilidad de sufragar los derechos para un lote en el cementerio, decidió irse a la milpa a depositar el cuerpo sin vida del pequeño.

Hay quienes ilusamente afirman que en la adversidad todos nos hermanamos. Pero esta versión que las televisoras difunden no se corresponde necesariamente con la realidad. Vemos en el puerto de Acapulco que las diferencias sociales están determinando ser rescatado o hacer fila para esperar turno.

Quien posee un apellido rimbombante se fue en los primeros vuelos. Quien paga, viaja. Mientras tanto, hay miles de turistas de clase media que no hallan la manera de escapar de la tragedia. Hay, también, miles de personas haciendo dinero con el dolor ajeno. Como siempre, nunca faltan los gandallas que hacen su agosto metiéndose a los grandes almacenes para ver qué pescan (las fotografías de jóvenes cargando pesadas pantallas gigantes dan cuenta de eso).

En las redes sociales circuló la versión ―falsa, por cierto― de que los hijos de Enrique Peña Nieto se estaban fotografiando en medio de la tragedia. Muchos medios digitales dieron por buena esta imagen y acrecentó el enojo contra el trato privilegiado en la zona; pues la imagen, aunque no pertenece a los hijos de la familia presidencial, sí retrata fielmente lo que han sido estos días: paz para unos, zozobra para otros.

La tragedia tomó desprevenidas a las instituciones de todos los niveles. Hoy, el Estado de Guerrero sufre las terribles consecuencias de la indiferencia. Volvemos a hablar de prevención y de que no deben repetirse jamás estas escenas. Pero sabemos que mientras la corrupción esté enraizada profundamente, seguiremos viendo impotencia, lágrimas y desolación. Lástima.