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Divide y vencerás: la estrategia de Porfirio Díaz en el Istmo



Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el sábado 12/Ene/2013]

Mucha gente ignora que Porfirio Díaz residió varios años en nuestra región istmeña. De hecho en estas tierras comenzó, por así decir, su carrera militar; ya que fue Jefe del Departamento de Tehuantepec y su Comandante Militar, con sede en la ciudad del mismo nombre.
     El primero de enero de 2012 fui a Tehuantepec con mis compañeros del Comité Melendre. Mientras caminábamos rumbo a la catedral, le comentaba a Elvis Valdivieso (juchiteco, nieto de una tehuana del Barrio Santa Cruz Tagolaba) que antaño llegaban cientos de carretas de Juchitán para celebrar año nuevo. También llegaban personas de muchos otros pueblos. El primero de enero había tanta gente como en las fiestas de Chihuitán (zapoteca), Astata (chontal) o Ixcuintepec (mixe). Costumbres que se han ido perdiendo...
     Porfirio Díaz, siendo ya Presidente de la República, refirió en sus Memorias [Cap. XI] dicha tradición: 
“Cuando se retiró el Coronel [Cristóbal] Salinas se empeoró grandemente mi situación, porque los juchitecos comenzaban a entenderse con los sublevados de Tehuantepec, entre los cuales estaba Antonio Abad López, jefe juchiteco. Un incidente inesperado vino a disipar este grave peligro.
     El día 1 de enero de 1859, siguiendo su costumbre, concurrieron centenares de familias juchitecas a la fiesta de año nuevo que se celebra en Tehuantepec; y esparcida la voz de que había yo dado municiones de fusil a los juchitecos, y que esas municiones caminaban distribuidas en las carretas en que regresaban sus familias para Juchitán, los sublevados las asaltaron en su regreso de la fiesta. Ocurrí a su defensa, no sólo con tropas juchitecas, sino con mis propias compañías, habiendo hechos mis propios soldados grandes estragos a los asaltantes. Los perseguimos hasta meternos en una laguna en que nos daba el agua a la mitad del cuerpo, y en donde ellos se habían refugiado, creyendo sin duda que allí no les seguiríamos.
     Considerando que ésta era una buena oportunidad para dejar agradecidos a los juchitecos e impedir que se pusieran de acuerdo con los sublevados, seguí escoltando el convoy a pie, hasta cerca de Juchitán […] Pasamos la noche en aquella ciudad, y convoqué a una reunión popular, para hacerles presente la necesidad de exterminar a los pronunciados. Por este medio logré que se alistaran como dos mil hombres, que distribuí en pequeñas fracciones, para hacer una batida a todo el territorio del Departamento. Así se verificó, y esto dio muy buenos resultados, porque en esa batida perecieron varios de los sublevados, se recogieron algunas armas, y sobre todo, se imposibilitó por completo la mancomunidad de los juchitecos con los tehuantepecanos”.
     Este inicio de año trajo a mi mente aquel episodio que Porfirio Díaz contó más de cuarenta años después de sucedido. Como puede deducirse, para el año de 1859 ya existía la rivalidad tecos-tehuanos, pero quedaban lazos de hermandad puesto que, independientemente de los conflictos previos que los habían enfrentado, todavía acudían “centenares de familias juchitecas” a celebrar juntos el año nuevo (probable reminiscencia de tiempos prehispánicos en que Tehuantepec fue la capital del reino zapoteca en el Istmo). Sería hasta la Intervención Francesa ―especialmente durante los años de 1865 y 1866― cuando el hilo político y social quedaría definitivamente roto.
     Desde entonces a la fecha son numerosos los intentos, de una y otra parte, por tender puentes de comunicación entre Juchitán y Tehuantepec. Asimismo existe gente (en los dos pueblos) que a como dé lugar prefiere resaltar las pocas diferencias, en lugar de las muchísimas similitudes. Si queremos un Istmo próspero, no sólo debemos dar la espalda a la clase política corrupta e ineficaz, sino a las personas malintencionadas que siguen sembrando discordia entre pueblos hermanos. 
     Siempre que voy a Guizii procuro imaginar su antiguo esplendor. Fue la capital del reino zapoteca, sede de la Alcaldía Mayor en época colonial, y del Departamento durante buena parte del siglo diecinueve. Cuando camino por Tehuantepec pienso en Zaachila, en Teotitlán, y en otros pueblos que en su momento brillaron de forma similar. Algún día Teotitlán, Zaachila y Tehuantepec volverán a brillar igual o más que antes, y así será con la más modesta comunidad binnizá; de las Sierras a los Valles Centrales, de los Valles al Istmo nuestro. Por la Unidad Zapoteca.