Dicen que Herminio Pineda fue muy guapo. Las señoras grandes, que lo conocieron durante la niñez, lo cuentan. Un pequeño de cabello brilloso con una sonrisa en los labios, que agradaba a cuanta muchacha se acercaba.
Incontables veces le hicieron ojo, por lo que Minio pasó parte de su infancia entre las curanderas del pueblo, recibiendo sendos baños de aguardiente y rameadas de albahaca.
A pesar de ser una persona cuya belleza resultaba inusual, él era tímido, por lo que rehuía de la gente. Por eso a la edad en que los muchachos van al parque a buscar sonrisas escondidas entre las guapas señoritas, Minio caminaba por la orilla del río tirando piedras al agua, pues le gustaba mirar cómo rebotaban una, dos o hasta tres veces.