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Algunas palabras sobre 'La Micaela' y 'La Martiniana'



Por Gubidxa Guerrero


El año pasado tuve el honor de presentar la Revista Guidxizá (Nación Zapoteca) en la Casa de la Cultura de Tehuantepec, recinto edificado con autorización regia y eclesiástica en el Siglo XVI, pero financiado por el entonces Cacique de Tehuantepec, Don Juan Cortés, Cosijopi II. Menciono el hecho porque en la mesa de los presentadores se encontraba ―además de los poetas Alfonso Carballo y Santiago Ruiz Santos― el profesor Mario Mecott Francisco, quien obsequió al Comité Melendre una serie de ejemplares de la revista Guiengola que dirigiera Carlos Iribarren Sierra y un documento musical cuya introducción viene suscrita por este mismo personaje. 
     
El texto se llama "Micaela sí, Martiniana no", y tiene como principal propósito denunciar el cambio de nombre de un son que se volvió muy popular en la década de los sesentas. El son referido se llama La Micaela, de autor anónimo, sobre el que el escritor zapoteca Andrés Henestrosa escribiera unos versos con el título de La Martiniana
     
En su momento, la música de La Micaela dejó de escucharse, más no por ello cayó en el olvido, pues viejos artistas recordaban la melodía con la denominación original. Sin embargo, Henestrosa la popularizó con una nueva denominación y con versos de su autoría. ¿Es esto un plagio? Si éste se atribuyó la paternidad de la música, sí lo sería; pero si sólo le compuso letra, aunque a muchos les pese reconocerlo, no sería así.  
     
Los sones zapotecas del Istmo vivieron un proceso peculiar, ya que en la mayoría de los casos las letras se escribieron con posterioridad a las melodías. Siempre que el compositor de las letras reconociera que la música no era suya, se estaría actuando debidamente. No obstante, el yerro de Andrés Henestrosa estuvo (concediendo las afirmaciones que dicen esto) en no hacer la aclaración pertinente. Personalmente ignoro si él alguna vez dijo que La Martiniana fuera suya en letra y música. En los discos y textos que he podido consultar, aparecen los créditos sólo en la letra, y para la música la frase: son istmeño. Lo que nos hace pensar, más que en un plagio, en una confusión. 
     
He escuchado a varios amigos criticar el “robo” del son, diciendo que La Martiniana no es de Andrés Henestrosa. Cuidado, que no se corregirá una confusión generando otra. Los famosos versos de La Martiniana son de la autoría de Ta Andrés, pero están escritos sobre una melodía llamada La Micaela que ya existía. ¿Es este un caso extraordinario? No lo es. Muchos compositores se animaron a escribir versos sobre antiguos sones, tal como algunos lo siguen haciendo.
     
El mismo Carlos Iribarren Sierra compuso varias canciones magníficas sobre la música de otros virtuosos, como Margarito M. Guzmán. Hoy en día, Antonio Santos Cisneros ha puesto letra a sones de antaño. Ambos son tehuanos. Alguno tal vez diga que ellos siempre han otorgado el crédito correspondiente al compositor de la música. Pero las confusiones no se generan por dolo o mala fe, sino por ignorancia. Por eso es que muchos piensan que El son de los cocos es de Antonio Santos en letra y música (no porque Ta Toño se la adjudique, sino porque ignoramos que había una melodía anterior).
     
Otros dirán: “pero a los viejos sones no se les debería cambiar de nombre”. Y concuerdo con esa postura; pero desafortunadamente sucede. Eustaquio Jiménez Girón compuso varias letras para antiguos sones, y siempre respetó el nombre original. Lo hizo, muy probablemente, para evitar confundir a los escuchas. Pero otras personas no lo hicieron así. El mismo Carlos Iribarren Sierra escribió Fan Bidxaa, sobre una melodía llamada Guetabiade sidi. De hecho, para la música de ese son tradicional existen cuatro letras: la referida Fan Bidxaa, La Ixhuateca (de Andrés Henestrosa), La Paisanita (de Saúl Martínez), y Guetabiade sidi, (de Manuel Reyes Cabrera, Ta Rey Baxa). Vemos, pues, que el caso de Micaela-Martiniana no es único. 
     
¿Otro ejemplo? En el siglo XIX nació un maravilloso son llamado La Juchiteca, sobre el que Eustaquio Jiménez Girón, varias décadas después, escribió unos versos con igual nombre (comienza: “Juchiteca, luz plenilunar/ tú deslumbras con típico traje de seda/ y encaje, que en policromía/ bordas con tu magistralidad”). No obstante, esa letra no alcanzó tanta popularidad. Pero algunos años después, Jesús Henestrosa, apodado Chu Yodo, escribió unos versos sobre el mismo son, al que denominó Zo’pe huelu. Esta canción se popularizó tanto, que hoy muchos juchitecos dicen cuando escuchan la tonada: “es el Zo’pe huelu”, lo cual es inexacto, pues la música se llama La Juchiteca. Pero la semilla de la confusión está sembrada. 
     
Y así podríamos citar más ejemplos, como Laureana, versos escritos por Maurilio López Guerra, Mou Deeme, sobre la música original llamada La Sanjuanera, dedicada a las mujeres de San Juan Guichicovi. Además, sobre la misma música, el compositor ixtepecano Luis Martínez Hinojosa escribió La Vela San Juan, canción dedicada a El Espinal. 
     
Reitero: la confusión nace de la ignorancia, y para que no existan dichas confusiones, es deber de los compositores de versos hacer las aclaraciones pertinentes; y es obligación de quienes amamos nuestra música, referir los créditos correspondientes, aunque nos cueste más trabajo. Así, si alguno va a citar los versos de La Martiniana, tiene que escribir Letra: Andrés Henestrosa. Música: son tradicional istmeño llamado La Micaela. ¿Y si lo que escucharemos es sólo la música? Referir el título del son. Para el ejemplo antedicho, debemos presentarla como La Micaela, pues no se cantará (quienes al presentar la pura música refirieran que tocarán La Martiniana, estarán en una equivocación; tal vez no movida por dolo, pero equivocación al fin). Igualmente para todos los demás sones. 
     
La intención del zapoteca universal Carlos Iribarren Sierra, fue aclarar y evitar malos entendidos. Por eso en su dedicatoria escribió: “A la niñez, a la juventud y al Pueblo Istmeño Zapoteca dedicamos esta publicación aclaratoria, que esperamos sirva de ejemplo a los futuros ciudadanos, para que sepan cuidar sus valores materiales y espirituales y situar a los individuos que traten de hollar sus campos”. No podemos más que seguir su ejemplo.

Andrés Henestrosa. Fotografía.- Blanca Charolet.



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